En una época que encandila la juventud como un valor primordial, la discriminación por edad se ha convertido en algo habitual. Una situación conocida como edadismo que afecta a millones de personas en todo el mundo poniendo en riesgo su salud mental y emocional.
¿Qué es la discriminación por razón de edad?
¿Imaginas que tu edad supusiera una barrera para llevar una vida adulta normal? Este es el panorama con el que se encuentran a diario millones de hombres y mujeres de edad avanzada en muchos países del mundo. Personas relegadas a un segundo plano por un motivo que se reduce únicamente a una cuestión de edad.
Esa actitud prejuiciosa hacia las personas mayores se denomina edadismo o viejismo. Un tipo de marginación que se ha ido instalando sigilosamente en nuestra sociedad provocando el sufrimiento y la exclusión de nuestros mayores. Es un problema que no distingue entre géneros, culturas o estratos económicos y que afecta por igual a todos los miembros de una comunidad una vez que la sociedad pasa a considerarlos viejos.
Origen y evolución del edadismo
A pesar de ser una realidad muy presente en nuestros días, el edadismo o viejismo no es algo nuevo. El término (adaptado al español a partir del su expresión en inglés, ageism) fue acuñado por el gerontólogo Robert Butler en la década de los 60 para referirse a los estereotipos y prejuicios existentes en relación a la edad y que suponen un claro ejemplo de desigualdad entre los miembros de una misma sociedad.
Con todo, este tipo de discriminación existía mucho tiempo antes de que los sectores profesionales decidieran abordarlo para advertir de un modo más riguroso acerca de su alcance y sus consecuencias. El edadismo ha estado siempre presente en nuestra sociedad, a veces de un modo tan sutil que tal vez no te has percatado de ello. Pero expresiones del tipo «no viste de acuerdo a su edad» o «ya está mayor para estas cosas» son un claro reflejo de ese estigma que unifica las capacidades de un mismo grupo de población y lo condena a la indiferencia.
El término no ha sido todavía recogido por la RAE, pero su presencia es más que notable en los medios de comunicación. Y es que el edadismo ha ido evolucionando en las últimas décadas hasta convertirse en un importante problema presente en la sociedad moderna y manifestándose de las formas más diversas.
¿Qué es lo que sustenta esta forma de discriminación hacia los ancianos?
En estudios posteriores, Robert Butler identificó hasta tres tipos de factores que intervienen en la consolidación del edadismo:
- El miedo a la muerte.
- El auge de la cultura de la belleza y la juventud.
- El énfasis en la productividad.
La confluencia de estos tres factores provoca una actitud de rechazo hacia lo que ya está cercano a su final, lo que no se ajusta a los cánones estéticos actuales o lo que no es capaz de aportar nada desde el punto de vista de lo material. Una forma de pensamiento que se aplica sin ningún tipo de restricción y que afecta también a los seres humanos.
El principal problema es que estas expresiones psicológicas y sociales acaban transformándose en una actitud común en el ámbito de la familia, en la educación, en las relaciones personales e incluso en las prácticas profesionales, agravando el problema y perpetuando esta condición.
Ejemplos más comunes de edadismo en la sociedad actual
Con frecuencia se habla de discriminación por edad en el trabajo, pero lo cierto es que el edadismo laboral es tan sólo una de las muchas formas en la que estos prejuicios se nos presentan en nuestro día a día.
El rae es un término que se construye sobre un concepto psicológico complejo y que tiene afectaciones en muchos otros ámbitos de la vida aparte del estrictamente laboral.
- Exceso de control: Aún estando en plena disposición de todas sus capacidades, son muchas las personas de edad avanzada que son sometidas a un exceso de control por parte de su entorno. Con frecuencia la edad sirve como pretexto para coartar la libertad del individuo.
- Incapacitación: Está muy extendida la opinión de que la vejez implica una total desconexión con el mundo moderno. En lugar de adoptar una actitud integradora, hay quienes tratan a los ancianos como si fueran niños, dando por hecho su falta de capacidad para desenvolverse como lo haría cualquier persona joven.
- Barreras arquitectónicas: Una ciudad que no tiene en cuenta las necesidades específicas de las personas mayores durante sus desplazamientos muestra una clara falta de compromiso con este sector de la población y limita su libertad y su autosuficiencia.
- Escasa visibilidad: ¿Por qué los ancianos no tienen más presencia en los medios de comunicación, en el cine o en la publicidad? La vejez se concibe como una etapa poco estética o atractiva. En una sociedad basada en la imagen, las personas mayores dejan de tener presencia y representación.
- Discriminación laboral: Es una de las formas de edadismo más conocidas porque estigmatiza a un grupo de población cada vez más joven. Si hasta hace unos años las empresas se negaban en rotundo a la contratación de personas a partir de los 58 años, en determinados sectores económicos esa cifra se ha reducido ya de manera drástica hasta los 45 años. Esto demuestra que el viejismo es además un ‘ismo’ que se ha ido agravando con el paso del tiempo.
Principales consecuencias del edadismo
Al contrario de lo que sucede con otro tipo de ‘ismos’ como el sexismo o el racismo, el edadismo es un modo de estereotipación difuso. En primer lugar porque no existe realmente un límite de edad a partir del que los viejos empiezan a ser tratados de manera diferente. Y en segundo lugar porque esta categorización es una imposición de la que ningún individuo queda exento: los jóvenes de hoy serán los mayores de mañana.
Así pues, el viejismo o edadismo es más bien una representación social que se ha instaurado en la conciencia colectiva con límites poco concisos. Lo que sí se puede abordar con mucha más precisión es el modo en el que esta forma de discriminación afecta a nuestros mayores.
Subestimar las capacidades físicas y mentales de los ancianos provoca serias repercusiones en su salud, en su autoestima y en su libertad. La pérdida de independencia o el sentirse en un segundo plano no solo dentro de su círculo más cercano sino en el conjunto de la sociedad conduce a estados depresivos, a la pérdida de confianza e incluso a la mortalidad prematura. Los ancianos acaban asumiendo esa imagen negativa de su vejez que les ha sido impuesta de manera injustificada.
En general, cualquier actitud derrotista dificulta los procesos de recuperación en caso de enfermedad o, peor aún, condiciona su diagnóstico. Y en casos más extremos como los que lamentablemente se ven a veces en los informativos, el edadismo desemboca en episodios de maltrato físico y psicológico.
En Cuidum, consideramos a la vejez como una etapa más dentro de la evolución del individuo. Un período de la vida en el que los cambios naturales de la edad deberían ser objeto de reconocimiento y respeto, no de discriminación. Tolerar las conductas edadistas es ponerse del lado de una forma de rechazo cruel que se va agravando con el tiempo. Ningún prejuicio es innato y de nosotros depende ponerle fin a este tipo de conductas.